UNA MIEL ÚNICA E IRREPETIBLE
Nuestra miel nace entre los ríos Tera y Negro, entre la sierra de la Cabrera y la de la Culebra, a los pies de la Peña del Milano.
Este territorio comprende inmensas masas de roble melojo cuyos brotes y bellotas producen un mielato excepcionalmente oscuro, con conductividades altísimas, poco dulce, con matices ácidos, y muy aromático.
Y se entreveran con el robledal los castaños proveedores igualmente de mielatos, pero también de néctar y polen, y bajo ellos un matorral infinito de escobas, de brezos, de cantuesos, de zarzamoras, de rosales y majuelos, y de millones de flores como el llantén o el diente de león…
La combinación de unos y otros varía cada año en función de la climatología, y esto nos entrega en cada cosecha una miel única e irrepetible, que sin ninguna transformación, en frío y gracias únicamente a la fuerza centrífuga de nuestra línea de extracción, y a nuestra labor de meses, se pasa sin más de los panales a los tarros.