Enclaves
¡Qué importante es escuchar! Salir a caminar por el campo no puede ser solo una sucesión infinita de pasos. No puede consistir únicamente en el ejercicio físico de arrastrar las piernas. Salir al campo es una obligación para evadirnos, para reencontrarnos.
Pero esto, al contrario de lo que algunos piensan, no consiste en dejar la mente en blanco. No, consiste en ocuparla con las percepciones de nuestros sentidos, en un entorno salvaje, apartado de la civilización.
En ese lugar, el campo, el monte, el bosque, donde la nariz se recrea con el aroma de la retama en flor o del tomillo del verano. Donde la vista descubre un arcoiris acostado sobre las praderas.
Donde los dedos acarician la corteza del roble, y la cara siente la brisa del oeste. Donde la boca se enjuaga con un tallo seco de avena. En ese lugar resulta trascendental el oído del apicultor. Y es que debemos mucho al oído, pues es él quien nos anticipa el maravilloso murmullo del bosque, la melodía interminable que dura lo que dura la luz del sol, el zumbido de las abejas.